Se puede afirmar que casi todo el mundo ha
sufrido alguna vez contracturas en la espalda y/o cuello o cervicales. Pero
muchos las soportan de forma permanente o crónica. La sintomatología es la
misma, dolor, limitación de movilidad, imposibilidad de un descanso reparador,
dolores de cabeza en algunos casos, mareos, etc., pero a esto hay que añadir un
cansancio más acusado e incluso afectación del carácter.
El dolor, que es la peor molestia de una
contractura, es constante aunque puede variar su intensidad. Periodos o hasta
momentos del día en que el dolor es más intenso, como una punzada que impide
mantener posturas y obliga a cambiar sin encontrar alivio, y otros en que se
vuelve más sutil. Sin embargo, siempre está presente.
La mayoría de estas personas ha probado
diversos remedios, desde sesiones de recuperación a relajantes musculares. Por
experiencia, el masaje por sí solo, puede mejorar mucho la calidad de vida y
reducir las molestias considerablemente, pero no llega a una solución más
definitiva.
No es fácil erradicar por completo una
contractura crónica. Los tejidos parecen guardar memoria y las tensiones de la
vida cotidiana vuelven a activarla, a forzar la contracción de las fibras
musculares en la misma zona.
En mi opinión, basada en mi experiencia, el
masaje acompañado de terapia con ventosas e incluso, si es necesario,
microsangradura para descongestionar los tejidos, acupuntura y alguna suplementación
natural como por ejemplo, aunque no la única, el magnesio, ofrece resultados
más profundos.
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