Todo lo que existe está sometido a un orden y regido por unas leyes. Esto es así en el universo, en la tierra y en el ser humano. La vida y la propia naturaleza están regidas por ciclos y leyes. Además, cada especie tiene sus específicos biorritmos.
Por supuesto, la especie humana no es una
excepción. El problema lo encontramos en nuestra propia capacidad cognitiva que
nos permite alcanzar comprensiones y desarrollos sin parangón comparado con el
resto del mundo animal, y que a la vez nos desconecta de la parte más esencial.
Perdemos la conciencia de nuestros propios biorritmos en aras de atender unas
veces las obligaciones de nuestras sofisticadas vidas y otras veces nuestros
caprichos.
En ese momento, comenzamos a conducirnos de
modo no acorde, no armónico, con la esencia de nuestra propia naturaleza.
Entonces se abre, no solo la puerta de la ansiedad, si no de muchas otras
enfermedades.
Cuando se trasgreden puntualmente nuestros
biorritmos, o leyes, no ocurre nada, pero cuando se persiste en el desfase, en
la desarmonía, ineludiblemente, irremediablemente, ocurrirá el desastre.
No hay medicamentos que puedan arreglar lo
que es contra natura. Esta idea deberíamos grabarla en nuestras mentes.
Los biorritmos no solo se refieren a
horarios, comidas y alimentos, ejercicio y descanso, etc., sino que también atañen
al estado emocional.
Para superar la ansiedad con o sin
medicamentos:
Comer lo más natural posible y lo más sano
posible. Esto no solo significa comer verduras, semillas, frutos secos,
pescado, legumbres, poca carne o ninguna, sino evitar lo excesivamente
procesado y aquello que contenga gluten. Cocina sencilla, pero prepárate tus
alimentos. Si crees que no tienes tiempo, organízate, la salud te va en ello.
Evita lo artificial, empezando por las bebidas gaseosas y de colores. Aprende a
disfrutar del agua y de los zumos naturales.
Suprime los excitantes concentrados como el
café, el té, el chocolate, el azúcar… o consúmelos de forma esporádica, pero
nunca como un hábito cotidiano. Es el equivalente a tomar un medicamento que te
perjudica. Tarde o temprano encontrarás sus efectos.
Desayuna. Salir de casa sin desayunar es uno
de los peores hábitos. Tu cerebro lo acusará. Si no tienes tiempo para
desayunar, sigue conviviendo con la ansiedad.
Practica ejercicio con regularidad. Si no
puedes ir al gimnasio, hazlo en casa.
Duerme un mínimo de 7 u 8 horas. Si la ansiedad
te lo impide y tienes insomnio, empieza a cumplir el resto, es posible que te
sorprendas.
Ve a la naturaleza. Sal a la montaña todo lo
que puedas. El contacto con el entorno natural es vital.
Cultiva buenas, sanas y leales amistades.
Haz cosas por ellos sin esperar nada a cambio.
Lee libros sapienciales, de búsqueda
espiritual o aquello que te sirva para comprender mejor el sentido de la vida y,
más allá del sentido de la vida, que tal vez sea muy grande para nosotros, el
sentido de tú vida.
Todas estas prácticas no resolverán tus
problemas laborales, familiares ni cambiarán tus circunstancias temporales.
Pero harán que las vivas de otra manera.
Y si no te ves con fuerza para hacerlo
solo/a, acude en busca de ayuda. Hay psicólogos que te ayudarán a sincronizarte
con tus biorritmos y tu pulsión interior. Si es preciso puedes combinar
suplementación natural, acupuntura y terapia psicológica.