El trastorno de ansiedad generalizado se
asocia a las condiciones de vida que se desarrollan en las sociedades modernas
y tecnológicas, caprichosas, inestables y aceleradas.
Lo cierto es que estamos sometidos a una
intensa presión psíquica por las propias circunstancias laborales, familiares y
las obligaciones que se nos exigen, a lo que hay que añadir que somos el blanco
de un implacable e insaciable monstruo comercial que nos bombardea
incesantemente para mantenernos en un estado de deseo, excitación y necesidad… compulsión
y ansiedad.
Estamos constantemente recibiendo estímulos
que nos obligan a permanecer en el sistema simpático, en el que apenas se
reflexiona, sino que se actúa, se toman decisiones rápidas, presentes y sin
contemplar más allá. El placer que se comercializa, que nos incitan a desear,
debe ser inmediato, hedonista y concupiscente. Todo ello nos instala en un
estado que relega lo espiritual a la mínima expresión y en este punto se
produce una de las más graves fracturas del ser humano.
Para entrar en contacto con nuestra alma,
para discernir lo importante de la vida, para sopesar lo que verdaderamente
queremos y nos conviene en nuestras vidas necesitamos hacer introspección,
justo lo que impide el sistema en el que estamos inmersos. Necesitamos entrar
en el sistema parasimpático para poder ver las cosas claras, con perspectiva,
con desapego, sin pulsión y con tranquilidad; y para aprender a apreciar el
placer de la obra bien hecha, de la entrega, el esfuerzo, la voluntad y la
recompensa merecida.
Se dice que la ansiedad se produce por el
estrés y también por la ausencia de norte existencial, pero en muchas ocasiones
la desorientación y la pérdida de la razón vital ocurre como consecuencia del
estado ansioso sostenido en el tiempo, de modo que no tenemos el momento para mirar
hacia dentro y, si lo tenemos, no nos sirve porque seguimos manteniéndonos en
ese estado de alerta y estrés aunque no exista ya el estímulo externo. Esta es
una de las características de la ansiedad, el estado de alerta sin motivo, el
miedo o el pánico sin objeto.
La medicina tradicional china no proporciona
una razón vital, eso es algo que uno mismo debe encontrar, muchas veces con
ayuda psicológica o por otras vías, pero sí puede ayudar a regular y asumir un
equilibrio entre el estado de ansiedad y el de relajación. La fitoterapia china
y la acupuntura son muy útiles para regular la relación de los órganos
internos, dispersar la agitación en primer lugar y tonificar la base esencial
para, de este modo, llevar una vida lo más lúcida y completa posible.
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