Cuando una persona sufre durante largo
tiempo un trastorno de ansiedad generalizado y no busca una salida terapéutica
o vive unas circunstancias que no le permiten un margen para el cambio –o así
las percibe-, es muy posible que los síntomas se agudicen y se produzca un
bloqueo o colapso psíquico. Este proceso de evolución negativa se hace patente
cuando al estado de ansiedad se le añaden fobias, como por ejemplo la fobia
social, que es una deriva frecuente en los estados crónicos de ansiedad. Estas
personas sufren un aumento de los síntomas sólo de pensar que estarán en un
espacio con más personas y, cuando realmente se encuentran en el momento, su
agitación se intensifica hasta desencadenar en muchos casos un ataque de ansiedad.
También se cuentan entre las fobias más comunes: la agorafobia o fobia a los
espacios abiertos y la claustrofobia o fobia a los espacios cerrados.
Otra forma de evolución del estado de
ansiedad es el trastorno de pánico en el que la angustia, la preocupación, el
nerviosismo y el miedo dan paso a un estado en el que es complicado mantener el
control y se manifiesta en forma de crisis.
El trastorno obsesivo-compulsivo es otra forma
de colapso de modo que la ansiedad deriva en comportamientos compulsivos o
pensamientos constantes, repetitivos y torturantes.
El estado de ansiedad, que se ha podido
diagnosticar, es decir, que se sufre durante un mínimo de seis meses es preciso
tratarlo para evitar que evolucione hacia alguna de las múltiples
complicaciones psíquicas. De sufrirse ya estas fobias, pánico u obsesiones
todavía es más necesario buscar ayuda. No obstante, la inmensa mayoría de
personas que alcanzan estados de ansiedad intensos buscan por sí mismas ayuda
porque el desarrollo normal de sus vidas cotidianas se ve afectado.
Un estado de ansiedad se traducirá en un desequilibrio
orgánico según la medicina tradicional china. Cada órgano tiene una emoción
asociada, la exacerbación de alguna de ellas, como el miedo, la frustración, la
pena, las preocupaciones, provocará una alteración de las funciones del órgano
correspondiente y afectará su relación con los demás órganos. Esa alteración seguirá
incrementando de forma negativa la emoción alterada como si se retroalimentase.
La acupuntura, la fitoterapia, la dieta y el ejercicio resultan muy
beneficiosos para tratar estos trastornos. En muchos casos se hace
indispensable además una terapia psicológica adecuada que contribuya a
restablecer el equilibrio mental y emocional.