¿Sientes que tú controlas lo que comes o por
el contrario los impulsos te dominan a ti? ¿Sientes que comes rápido, con
necesidad? ¿Sientes que necesitas alcanzar la sensación de plenitud? ¿Sientes
que picarías a todas horas? ¿Sientes que necesitas dulces?
Si en mayor o menor grado la respuesta a
estas preguntas es afirmativa es que existe ansiedad. Y casi se puede asegurar
que una gran parte de la población, tanto femenina como masculina, la sufren.
El origen de la ansiedad es, por lo general,
múltiple. Mencionaremos en este artículo dos de las causas más relevantes: el
estado emocional, estrés, nerviosismo, etc., y por otro lado los malos hábitos
alimenticios. Ambos suelen combinarse para dar un cuadro de ansiedad reflejado en
la comida. A menudo, se atribuye la causa raíz de la ansiedad casi de manera
exclusiva al ámbito emocional. Entonces al producirse el desequilibrio
nervioso, este, influye directamente en el descontrol en la comida.
En este artículo nos centraremos específicamente
en los malos hábitos alimenticios como causa de la ansiedad. Hemos observado
que la mayoría de los tratamientos van en el sentido de ayudar a gestionar el
estrés y las emociones ya sea con psicoterapia o con complementos o con ambos
combinados. Y estamos de acuerdo con esta estrategia. Sin embargo, en la
mayoría de los casos, aunque ayuda, no resulta suficiente. Por esta razón
queremos centrarnos en el aspecto dietético.
El cuerpo humano realiza una serie de
funciones vitales y nos permite llevar a cabo innumerables actividades físicas
y cognitivas. Para desempeñar sus obligaciones requiere un aporte externo que
pueda gestionar de manera que obtenga energía y materia reparadora. Los
impulsos de sed y hambre obedecen a una medida elemental que asegura nuestra
subsistencia. Cuando las reservas se agotan o es preciso un aporte extra,
cuando perdemos líquidos que dificultan la homeostasis y cuando se precisan
determinados materiales esenciales se ponen en marcha los mecanismos del hambre
y la sed. Comemos y nos reponemos.
Pero ¿qué ocurre si no saciamos las
necesidades metabólicas del organismo? Pues que este seguirá enviando mensajes
de hambre. Al llenar el estómago, normalmente en exceso, se da la orden al
cerebro para que paremos de comer, pero poco tiempo después se vuelve a sentir
el impulso de seguir comiendo. Dicho de manera simple, el cuerpo no nos dejará
en paz a menos que le proporcionemos aquellos nutrientes que precisa. Si no lo
hacemos, no podremos escapar al ciclo de la ansiedad.
Si no cubrimos las necesidades biológicas de
hidratos de carbono, lípidos, proteínas, minerales, vitaminas de manera óptima
seguiremos experimentando impulsos difíciles de controlar.
Ponemos un ejemplo relacionado con el
impulso por los dulces. Los azúcares o hidratos de carbono constituyen la
fuente fundamental para obtener energía. Si estos son insuficientes nos
sentimos débiles, cansados, con poca energía. Lo que ocurre es que en general
se suelen consumir azúcares de asimilación muy rápida como por ejemplo los dulces
y pastas de pastelería y repostería. Esto produce un súbito incremento de
azúcar en sangre que obliga al páncreas a un esfuerzo para gestionarlo. Al poco
rato se produce la bajada en picado de los glúcidos y volvemos a sentir el
impulso de comer otra vez. Sin embargo, si hubiésemos consumido azúcares de
asimilación lenta como los cereales integrales no habríamos sufrido un súbito
incremento del azúcar en sangre, no habríamos forzado al páncreas y habríamos
obtenido energía de manera continuada y estable. De este modo aguantaríamos
hasta la siguiente ingesta sin sentir el apremio de picar o el característico
bajón. Pues bien, del mismo modo sucede con toda la complejidad de nutrientes
que el organismo precisa.
En contra de lo que pueda parecer no resulta
complicado adquirir unos hábitos alimenticios saludables ni implica someterse a
rígidas pautas ni dietas. Podemos cubrir de manera óptima nuestras necesidades
de forma fácil y sencilla. Si lo hacemos así resultará más factible dominar la
ansiedad que proviene exclusivamente del estrés emocional al tiempo que este,
también se verá reducido. De lo contrario podemos alcanzar con esfuerzo un alto
autodominio mental pero nuestra biología seguirá generando impulsos con el
único fin de asegurarnos nuestra subsistencia. Si hacemos caso omiso de las
señales y seguimos alimentándonos de modo erróneo nos exponemos a padecer
futuras patologías, estados crónicos y complicaciones.
No es sencillo aplacar la ansiedad pero con una correcta estrategia es posible y, en absoluto supone un reto imposible. No sólo te quitarás la ansiedad sino que además beneficiarás tu salud en todos los aspectos.
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