El pensamiento chino observa a todo fenómeno como una relación de energías que interactúan entre sí. Esas energías, en nuestro mundo igual que en el universo, pueden presentarse en forma de actividad (Yang) o bien en forma de materia (Yin). Ambas estarán siempre relacionadas e inseparablemente unidas, de tal modo que la actividad siempre tendrá un asiento material por sutil e imperceptible que este sea y la materia siempre poseerá actividad por estática, sólida e inamovible que parezca.
Esto es lo que permite reducir cualquier fenómeno a términos de Yin y Yang. De la relación entre ellos depende la armonía de todo lo que existe. El diagnóstico en la medicina tradicional china es un fiel reflejo de este principio. Toda desarmonía, o sea, enfermedad, puede expresarse en términos de exceso o insuficiencia de actividad o materia y de cualquier combinación entre ellas. Una vez se determina la relación entre Yin y Yang es preciso localizar dentro de la unidad corporal su ubicación. Mediante el profundo conocimiento de las leyes que conectan unas partes con otras y del modo en que circula la energía por el organismo, el médico chino puede intervenir para corregir el desequilibrio y así "curar" la enfermedad.
Para la medicina tradicional china todos los síntomas y signos clínicos no son más que indicadores y guías que de saber interpretarlos conducen hasta el origen del desarreglo. Pero no son la enfermedad, sólo su manifestación visible, su consecuencia directa.
Saber que el todo es el reflejo de las partes y que a su vez cada parte refleja el conjunto permite a la medicina china poseer un sofisticado método de diagnóstico natural. Para el pensamiento chino, diagnosticar es el arte aprender a ver la esencia de los desequilibrios, del mismo modo que saber vivir depende de discernir lo importante de lo intrascendente.
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